Introducción
Un amigo me preguntó qué pensaba sobre Mateo 17:18. Aunque lo había estudiado unos años antes, me di cuenta de que tenía un concepto muy vago sobre su significado, por lo que decidí analizar este pasaje y presentar las ideas que considero más coherentes.
Para comprender qué sucedió, creo que es conveniente analizar el contexto del versículo, lo que nos permitirá interpretarlo de la mejor manera posible. Para lograrlo, es necesario buscar los relatos paralelos de esta historia y guiarnos por el orden de los acontecimientos en un marco cronológico, ya que esto nos brinda un mayor entendimiento.
Con el propósito de mantener un orden cronológico, hemos decidido seguir el testimonio de Lucas como pauta, ya que en los primeros versículos de su evangelio indica que intentó organizar los hechos de manera ordenada. Sin embargo, también consultaremos los testimonios de los demás evangelistas para obtener un panorama más completo y preciso.
Empecemos:
Lucas 9: 46-48
46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor. 47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, 48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ese es el más grande.
Mateo 18:1-5
1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
Marcos 9:33-37
33 Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? 34 Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. 35 Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. 36 Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: 37 El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.
En Marcos 9.33-37, Mateo 18.1-5 y Lucas 9.46-48 encontramos la famosa discusión entre los discípulos sobre quién de ellos era el más importante. Veamos los puntos importantes:
- Cuando llegaron a Capernaúm, entraron en la casa donde Jesús residía (Mr 9.33), la cual probablemente era la casa de Pedro, que parece haber sido el lugar principal desde donde Jesús dirigía su ministerio en esa región.
- En Lucas 9:46 se menciona que los discípulos comenzaron a debatir entre ellos sobre quién era el más importante. Marcos 9:33 complementa diciendo que esto ocurrió mientras estaban en camino hacia Capernaúm, posiblemente caminando detrás de Jesús. Más adelante, en Lucas 18:1, se relata que los discípulos finalmente se dirigieron directamente a Jesús para hacerle la misma pregunta. ¿Qué ocurrió realmente? Todo esto: mientras caminaban hacia Capernaúm, detrás de Jesús, discutían entre ellos sobre quién tenía mayor importancia. Incapaces de resolver el tema por sí mismos, no pudieron contenerse y decidieron preguntarle directamente a Jesús, quizás esperando que él eligiera a uno de ellos como el más destacado.
- Jesús aprovechó esta situación para enseñarles una poderosa lección sobre la pureza de motivos y la verdadera fe en Dios. Colocó a un niño en medio de ellos y declaró: “Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos.” (Mt 18:3-4). Marcos 9:35 complementa: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” Y Lucas 9:48 añade: “El que es más insignificante entre todos ustedes, ése es el más importante.” ¿Por qué Jesús usó la comparación con un niño? ¿Acaso les pedía que pensaran como niños pequeños a pesar de ser adultos? En absoluto. Como señala el Holman New Testament Commentary: Matthew (Broadman & Holman Publishers), Jesús no les pedía que fueran infantiles en su manera de pensar, sino que reflejaran la humildad propia de un niño: libres de egoísmo, pretensiones y falsedades, con un corazón sincero y puro. Esto era exactamente lo opuesto a lo que estaba dominando los corazones de los discípulos en ese momento: egoísmo, orgullo, ambición de poder y motivos equivocados. Al decir “a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños” (Mt 18:2), Jesús no solo estaba exigiendo un cambio de actitud, sino una transformación profunda que comenzara desde el interior, especialmente en los deseos y pensamientos del corazón, para ser verdaderos discípulos suyos.
- Jesús fue sumamente claro y contundente en su enseñanza, al punto de advertirles que sin esa transformación interna, no podrían entrar al reino de los cielos (Mt 18:2). Con esto, dejó en evidencia que el reino de Dios no es para los autosuficientes, los orgullosos, los vanidosos, ni para aquellos que constantemente buscan posiciones de poder y reconocimiento. Tampoco es para quienes desean convertir el liderazgo cristiano en una plataforma política o un medio para alcanzar ambiciones personales.
Jesús estaba llamándolos a reflexionar profundamente y a entender que seguirlo requiere humildad, dependencia de Dios y un cambio genuino en el corazón. Su advertencia no era algo ligero o simbólico: ¡Jesús no estaba jugando! Es un recordatorio solemne de que el reino de Dios demanda pureza de motivos, sinceridad y un espíritu humilde, como el de un niño. Por lo tanto, debemos tomar esta enseñanza con la seriedad que merece y examinar nuestras propias actitudes y deseos a la luz de sus palabras.
Marcos 9:38-41
38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. 39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. 40 Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. 41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
Lucas 9:49-50
49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. 50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
En Marcos 9:38-41 y Lucas 9:49-50 se presenta un incidente curioso que refleja el estado del corazón de los apóstoles en ese momento. Mientras Jesús les enseñaba sobre humildad y la verdadera grandeza, el apóstol Juan interrumpió para contar que habían encontrado a alguien expulsando demonios en el nombre de Jesús y que lo habían intentado detener. Esto parecía un tema desconectado de la lección de Jesús, pero en realidad revelaba lo extraviados que estaban los corazones de los discípulos: aún luchaban con orgullo, rivalidades y un sentido equivocado de exclusividad.
Jesús, con paciencia y amabilidad, aceptó la interrupción y les enseñó una valiosa lección:
“El que no está contra nosotros está a favor de nosotros. Les aseguro que cualquiera que les dé un vaso de agua en mi nombre por ser ustedes de Cristo no perderá su recompensa.” (Mr 9:40-41).
Según la Biblia de Estudio Apologética, era muy probable que efectivamente otras personas estuvieran hablando en el nombre de Jesús y expulsando demonios, como los judíos mencionados posteriormente en Hechos 19:13. Sin embargo, la motivación detrás de la intervención de Juan no parecía ser un celo genuino por proteger el nombre de Jesús, sino más bien una actitud de competencia y rivalidad entre el grupo de los apóstoles y otros que también predicaban en el nombre del Señor.
Por esta razón, Jesús les exhortó a no interferir con quienes hablaban bien de él o actuaban en su nombre, asegurándoles que todos, incluso aquellos que hicieran gestos sencillos como dar un vaso de agua, serían recompensados. En lugar de fomentar divisiones, Jesús les animó a reconocer que el verdadero servicio en su nombre trasciende los grupos y que cada esfuerzo sincero sería valorado por Dios. ¡Una lección clara de unidad y humildad que contrasta con la actitud inicial de los discípulos!
Marcos 9:42-50
42 Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar. 43 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, 44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, 46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, 48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. 50 Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.
Mateo 18:6-35
7 ¡Ay del mundo por los tropiezos!, porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! 8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.
Parábola de la oveja perdida (También está en Lc. 15:3-7)
10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. 11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. 12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? 13 Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. 14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.
Cómo se debe perdonar al hermano
15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. 19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Los dos deudores
23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
En Marcos 9:42-50 y Mateo 18:6-35, Jesús aborda con seriedad el peligro de hacer pecar a otros creyentes, presentando varias enseñanzas profundas:
- Transición del discurso sobre los niños a los discípulos
Jesús comienza hablando de los niños, llamando a los discípulos a imitar su humildad y sinceridad (Mt 18:4-5). Sin embargo, en Mateo 18:6 dice: “Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí…”. Aunque inicialmente se refiere a niños, ahora amplía su enfoque hacia todos los que, con corazones humildes y sinceros, deciden seguirlo como discípulos. Esta interpretación es consistente con Mateo 10:42, donde Jesús usa la misma expresión de “pequeños” para referirse a sus seguidores. Por lo tanto, el término «pequeños» incluye a los creyentes que, como los niños, confían plenamente en él con fe genuina.
- La indignación de Jesús ante quienes hacen pecar a otros
Jesús reconoce que vivimos en un mundo lleno de tentaciones y pecado, algo inherente a esta creación caída. Sin embargo, lo que despierta su indignación es cuando alguien deliberadamente lleva a otro a pecar, especialmente a sus discípulos. En Mateo 18:6-9, Jesús utiliza imágenes impactantes para describir su indignación: habla de colgarse una piedra de molino y lanzarse al mar o de mutilarse para evitar el pecado. Estas expresiones subrayan lo grave que es para Dios que alguien haga caer a otro en pecado, enfatizando las consecuencias eternas de tales actos: “el fuego del infierno” (Mt 18:9). El mensaje es claro: ¡mejor ni intentarlo!
- El valor de cada creyente ante Dios
En Mateo 18:10, Jesús advierte contra menospreciar a ningún creyente, recordando que “en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.” Según La Biblia de Estudio Apologética, esto alude a una creencia judía del primer siglo sobre los ángeles guardianes. Jesús parece confirmar que los ángeles tienen un papel especial en representar a los creyentes ante Dios, como también sugiere Hebreos 1:14: “¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?”
- El corazón de Dios por los “pequeños”
La parábola de la oveja perdida (Mt 18:12-13) ilustra el profundo amor de Dios por cada creyente. Jesús afirma que Dios no quiere que ninguno de los “pequeños” que creen en él se pierda. Este amor refleja el compromiso de Dios por traer a las personas a su reino y sostenerlas en fidelidad. La pregunta final nos desafía personalmente: ¿Tenemos nosotros el mismo corazón que Dios?
En el mismo contexto del amor de Dios por los creyentes y Su deseo de que ninguno se pierda, Jesús ofreció enseñanzas profundas sobre cómo construir relaciones saludables en el reino de Dios (Mateo 18:15-35).
Primero, explicó cómo manejar las situaciones cuando un hermano en la fe comete una ofensa contra nosotros. De esta enseñanza podemos extraer varias lecciones importantes:
- Es inevitable que surjan malentendidos y conflictos entre creyentes, por lo que Jesús nos dio un modelo claro para resolverlos.
- El primer paso es hablar directamente con la persona involucrada de manera privada, en lugar de divulgar el problema a otros.
- Si la situación no se resuelve, hay una serie de pasos adicionales que deben seguirse para manejar el asunto de manera adecuada. Todo esto se enmarca en el llamado a no ser motivo de tropiezo para otros, sino a respetarnos mutuamente como seguidores de Cristo.
Jesús también enseñó que, si el problema persiste, el asunto debe ser llevado ante la comunidad de creyentes. Si después de todo el proceso no se logra reconciliación, la persona ofensora sería considerada como alguien fuera de la comunión cristiana, tratándola como a un incrédulo.
Además, Jesús reafirmó a todos los discípulos la autoridad que les había conferido, diciendo:
“Todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 18:18).
Esto les daba la responsabilidad de tomar decisiones en la resolución de conflictos entre creyentes, con implicaciones que trascienden lo terrenal.
Jesús también subrayó que el objetivo final de este proceso es la reconciliación, no la victoria de una parte sobre otra. La oración juega un papel central en este contexto. En Mateo 18:19-20, se enfatiza la importancia de interceder por aquellos en conflicto, pidiendo que Dios guíe sus corazones hacia una solución pacífica. Cada esfuerzo por resolver un conflicto debe estar acompañado de oración sincera por todos los involucrados.
Finalmente, Jesús abordó la importancia del perdón. Cuando Pedro le preguntó si debía perdonar hasta siete veces, Jesús respondió que no solo siete, sino “setenta veces siete” (Mt 18:22), señalando que el perdón debe ser ilimitado. Para ilustrar esto, contó la parábola del funcionario que fue perdonado de una deuda enorme, pero que no quiso perdonar a otro por una cantidad mucho menor. Jesús advirtió que quien no perdone de corazón a su hermano enfrentará consecuencias graves, declarando:
“Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano” (Mt 18:35).
Este mensaje nos recuerda que el perdón no es opcional en el reino de Dios. Negarnos a perdonar puede llevarnos a consecuencias espirituales serias, porque Dios nos llama a mostrar la misma gracia que hemos recibido de Él. ¡Estas enseñanzas son un llamado urgente a practicar la reconciliación y el perdón sinceros en nuestras vidas!
Aprendizaje
1. Hagamos todo para Dios con una fe genuina, ya que sin fe nuestras acciones no prosperan ni agradan a Dios. La fe es un elemento esencial que Él desea encontrar en nuestro corazón.
2. Jesús se preocupa profundamente por las intenciones detrás de nuestras acciones. Para Dios, los motivos tienen más peso que las acciones mismas. Esforcémonos por tener un corazón puro, como el de los niños, en lugar de permitir que se contamine con las influencias pecaminosas del mundo.
3. Tomemos con seriedad las advertencias de Jesús sobre no hacer caer a otros en pecado y sobre la importancia de perdonar. ¡Las consecuencias son eternas! Muchos creyentes no consideran esto y caen en el error de guardar resentimientos durante años o incluso de inducir a otros al pecado. Recordemos que un día todos daremos cuentas a Dios por nuestras decisiones.
4. No nos sorprendamos cuando surjan conflictos entre hermanos en la iglesia; Jesús ya lo había previsto. En lugar de desanimarnos, sigamos con cuidado las instrucciones que nos dejó para resolverlos. Cuando obedecemos Su enseñanza, las cosas se resuelven correctamente. El problema surge cuando ignoramos Su Palabra y tratamos de manejar las situaciones a nuestra manera, lo cual lleva al fracaso.